-El Abelino me ha dicho que mañana le
llega la lotería de navidá -anuncia Climent
cuando entra en el salón comedor donde Remedios está planchando.
-Vale, ¿pero tú has tirao la Primitiva? -pregunta la mujer sin levantar la cabeza de la
tabla de planchar.
-¿Cómo voy a tirar la Primitiva? La he echao porque, si la tiro, luego no la
tenemos y no la podemos cobrar si nos toca.
-¿Pero dónde las echao, listo? Porque si las echao
a una papelera o a un buzón de correos tampoco la tenemos.
-Me la he echao al bolsillo.
-Pero primero te la sellao el Abelino, ¿no?
-Claro,
claro. Me la sellao.
-¿Y el Euromillón? -dice ella mientras coloca
la camisa recién planchada en el respaldo de una silla.
-También. Sellao y echao al bolsillo
-asegura Climent a la vez que comienza a extraer papeles del bolsillo trasero
del pantalón.
-¿Y cuándo empieza y la quiniela?
-Aún falta.
-¿Y has ido a ver al de la ONCE?
-Sí que he ido a su caseta, pero como el
Jordi es ciego de la vista, no nos hemos visto.
-¡Che! Él no te habrá visto, pero tú sí lo
habrás visto.
-Entonces, no nos hemos visto los dos.
-Visto así, tienes razón. Pero, ¿le has comprao el Cupón y los Rasca? Trae pa´ca, chiquet.
La mujer coge todos los boletos que Climent ha
depositado sobre la mesa del comedor y,
después de examinarlos, le da un boleto a su marido mientras ella coge otro igual. Y sin
mediar palabra, ambos comienzan a rascar su papel con sendas monedas.
-Nada -dice ella.
-Ostras, yo también nada.
-¿Y has preguntao
cuándo venden el especial de la ONCE?
-Que sí, que hasta después del especial del
verano no lo venden.
-Ahora bajas a comprar el pan y te pasas por el quiosco a mirar si nos ha tocao la Loto rápid de los catalanes -ordena ella mientras rebusca en un
cajón del mueble del comedor.
-Vale.
-Y compras dos números de la
Grossa de navidà -dice Remedios tendiendo a su marido el boleto de la Loto rápid.
-Ya la compré la semana pasada. No te
acuerdas que te lo dí.
-Es verdá.
No me acordaba.
-No sé pa
qué compramos tanta lotería si luego no nos toca nunca -dice Climent mientras
se rasca el cuero cabelludo compulsivamente con la mano derecha.
-Eso es verdá. No tenemos suerte. Como dice el refrán: desafortunado en el
juego, afortunado en amores.
-Es al revés: desafortunado en amores,
afortunado en el juego.
-Es lo mismo: el orden de las fortunas no
altera el producto -concluye ella.
-Por eso no nos toca nunca la Primitiva.
-Pero eso no es siempre verdá porque José Luis el vecino del
bajo primera, le tocó la Primitiva y se compró un BMW y enseguida se echo novia.
-Sí pero antes era solterón. Fue después
de que le tocará cuando tuvo tantas novias. Antes tenía un Fiat y no ligaba
nunca -explica Climent.
-Pero igual las novias no eran buenas y sí
que era desafortunado en amores.
-Yo conozco a un hombre que no es
afortunado en el juego y encima lo ha dejao
la mujer -objeta Climent- . Es el Ramonet, el de la Asociación, y está enganchao al juego por el internet.
Tiene una enfermedá que se llama
ludopatía. Me lo dijo él.
-Si es Ramonet, el cojo de la pata que
está siempre en la tragaperras, la enfermedad será ludo-patilla, que no te
enteras.
-Da igual. El caso es que estaba enviaciao a jugar al póker en el
ordenador de su casa y los bancos le tienen embargada la pensión y la mujer lo
ha dejao.
-Lo que no entiendo, es ¿por qué lo llaman
juego? -se pregunta Remedios mientras coge otra camisa del montón que hay en el
sofá-. Si cuando juegas a algo te diviertes y en el casino hay gente que se
arruina y eso no será muy divertido para ellos. ¡Che!. seguro que al Ramonet
eso no le parece divertido.
-Claro, claro. Pero con su dinero otros sí
que se divierten: los dueños de los casinos y las casas de apuestas del
internet.
-¡Che! ¿Y por qué no lo prohíben como las
drogas o las armas? -pregunta ella comenzando a colocar la camisa en la tabla
de planchar.
-Porque los políticos son muy viciosos y a
todos les gusta jugar. Por eso tienen que estar siempre robando, para pagar las
deudas del juego y no tener problemas con la mafia.
-Es como las películas, si no pagas al
corredor de apuestas, que es un mafioso muy malo, luego te rompen las piernas.
-Ostras. Eso si tienes suerte, porque, si
no, te pegan un tiro.
-Pero, si tienes suerte y ganas, ya no le
debes nada al mafioso.
-Claro, claro. Pero la casa siempre gana en
los casinos, así que el jugador siempre pierde. Y, si no tiene para pagar, le
machacan los dedos con un martillo que yo lo vi en una película.
-Eso era porque hacía trampas.
-Bueno. Nosotros, por si acaso, no iremos a
ningún casino. Que luego siempre salen con alguna extremidá fastidiada -asegura Climent mientras mueve los dedos de
sus manos con los brazos en alto.
-Ni al bingo. Que sales con dolor de cabeza.
-Ostras. Es que cada día lo hacen más complicao.
-Será por eso que dicen que no hay que
intentar a la suerte -dice la mujer.
-Pero con la lotería y los cupones no pasa
lo mismo y puedes intentar a la suerte sin que te partan las piernas.
-Porque son sorteos públicos, chiquet.
-Claro, claro. Entonces no hay que
intentar a la suerte privada.
-Exacto.
-Menos mal que nosotros no estamos enviciaos, cariño -dice el hombre antes
de acercarse hasta su esposa y coger con dulzura sus manos.
-¡Qué suerte tenemos, mi vida! -asegura
Remedios abrazándose fuertemente a su marido.
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