-Cariño, ¿tú quieres ser
independiente? -pregunta Climent a su esposa mientras coloca el jamonero sobre
la encimera de la cocina.
-¿Por qué lo dices, mi vida? -contesta
Remedios que está troceando patatas para hacer una tortilla.
-Me ha dicho la cajera del
súper que, si somos independientes, no estaremos reprimidos y viviremos mejor -dice
el marido antes de cortar una fina loncha de jamón del con un cuchillo cebollero
que tiene el mango decorado con el escudo del Barça.
-Pero ya somos independientes,
hombre.
-Eso depende, mujer.
-¿No hacemos lo que
queremos sin ayuda de nadie?
-Eso sí.
-Imagina que necesitamos a
una persona para que nos ayudase a ir al baño o para comer como les pasaba a
tus clientes cuando trabajabas.
-Claro, claro.
-Y tampoco le tenemos que
obedecer a nadie para que nos mantenga. Mira el Manolo con su mujer.
-¡Ostras! Es verdá. Como él no cobra nada del paro,
tiene que hacer lo que ella le manda y si no lo castiga sin tabaco.
-¡Che! Pero si lo deja sin
tabaco, no es un castigo, es un premio porque el tabaco mata, lo pone en los paquetes.
-Pero a él le gusta fumar y, si no puede, lo pasa muy mal y se estresa eso también es malo para su salú.
-Pero a él le gusta fumar y, si no puede, lo pasa muy mal y se estresa eso también es malo para su salú.
-Entonces, ¿qué es mejor un
hombre sano estresao o un hombre
enfermo relajao?
-Un hombre que no fuma pero
que no se estresa porque su mujer le deja hacer lo que le gusta -afirma Climent
con aire relajado.
-¿Y si la que se estresa es
ella porque su marido no le hace caso?
-La mujer siempre se puede fumar un cigarro para
relajarse.
-Y el marido hacerle caso a
ella para no estresarse, ¡leches!
-Claro, claro.
-Menos mal que nosotros
cobramos buena paga por la invalidez, si no, no seríamos independientes y
estaríamos reprimidos.
-Eso es verdá. Si no tienes dinero, no te
apetece hacer el amor. ¿Te acuerdas que antes de empezar a ganar un sueldo los
dos? Lo hacíamos menos que ahora -dice el marido con el rostro cubierto por un
ligero rubor.
-Y te reprimes más, ¡che! -contesta
ella en el momento en que vierte las patatas troceadas en una sartén que tiene
al fuego.
-La Dolors también dice que
si somos independientes seremos como los suizos.
-Yo vi un documental en la
tele y allí hay muchos suicidios. Como hace mucho frío y casi no les da el sol,
se deprimen mucho.
-Claro, claro. Por eso se
llama suicidio, por los suizos.
-Pues si los independientes
se suicidan más, no le veo la ventaja.
-Además, los suizos no
tienen jamón serrano como aquí.
-Ni tortilla de patatas -responde
la mujer antes de comenzar a picar una cebolla.
-Ni queso tan bueno como éste -dice él mientras se dispone a cortar una cuña de manchego.
-Es verdá, sus quesos no valen na:
están llenos de agujeros.
-Y dice la cajera que
estamos ocupados.
-Esos son los de los pisos
del bloque de enfrente, los del banco.
-Nosotros estamos desocupaos.
-Pero no somos parados, somos
pensionistas -puntualiza ella echando en la sartén la cebolla picada.
-Ya, mujer. Lo que quería
decir es que no estamos ocupaos.
-Y no nos tenemos que
preocupar porque nuestro piso no está vacío.
-Entonces no somos
ocupados, somos despreocupados.
-Hombre. Visto así…
-También me ha dicho la
Dolors que tendremos más libertad si somos independientes.
-Eso depende -contesta Remedios
mientras remueve el contenido de la sartén con una cuchara de madera.
-Claro, claro. Si yo me
independizo de ti, estaré soltero y seré más libre para estar con otra mujer. Y
tú lo mismo, pero al revés.
Dos lágrimas resbalan por las mejillas de
la mujer mientras comienza a sollozar. Cuando el marido es consciente, deja el
cuchillo y el queso para abrazar a Remedios por la espalda.
-Perdona, cariño. Lo he
dicho solo por seguir la conversación. No quiero ser independiente. Te lo juro.
-Yo tampoco, mi vida -dice
ella después de depositar la cuchara de madera en la encimera y volverse-. Yo
tampoco quiero ser independiente.
Y la pareja se funde en un beso interdependiente.
César Blasco