-No lo veo, cariño –Climent habla a su
mujer mientras niega con la cabeza. La pareja está sentada en el sofá del
comedor mientras la televisión escupe ininterrumpidamente anuncios de perfumes en todas las emisoras.
-Pues es bien fácil, ¡che! Solo tienes que
coger un papelito y ya está. Como cuando trabajábamos en la oficina.
-Pero allí había más.
-El sistema es el mismo, mi vida –dice Remedios
mientras baja el volumen de la tele con el mando a distancia- Es un sorteo como
el de navidad, aunque con menos números
-No lo veo.
-Sí, hombre. Es igual, pero diferente
-No puede ser a la vez igual y diferente.
Es como si me dices que el rey Melchor es igual que el rey Baltasar.-razona
Climent después de levantarse y coger del belén las dos figuritas mencionadas
que han montado sobre la mesia auxiliar del comedor y mostrárselas a su mujer.
-Visto así, no. Pero si te digo que Gaspar
es igual que Melchor, pero diferente que Baltasar, ¿entonces qué? –repone ella
tras hacerse con el rey restante del nacimiento y entregársela a su marido.
-Claro, claro. Se parecen más porque los
dos son blancos. Pero no lo veo.
-Vale. Y si te digo que Papá Noel es el
mismo que Santa Claus - dice Remedios después de descolgar dos figuras del
santo con su trineo y sus renos del árbol de navidad situado junto al ventanal
y llevarlos hasta su marido-. Es el mismo santo, pero a la vez diferente porque
no se llama igual.
-¡Ostras! Ya lo veo. Es como dos hermanos
gemelos. Los mismos apellidos y el mismo careto, pero nombre diferente.
-Eso es. Son dos sorteos gemelos.
-Ahora sí lo veo. ¿Y por qué quieres que
lo hagamos, cariño?
-Porque es muy divertido, ¡leches! ¿Te
acuerdas cuando lo hacíamos en la oficina?
¿El año
de los calzoncillos con cremallera en el culo para el Dieguito…?
-¿Y el balón de fútbol de Paco el cojo…? ¡Qué cachondeo!
–dice Climent con una amplia sonrisa.
-Además, al comprar un regalo se estimula
la economía –añade ella.
-Eso sí que no lo veo. Si gasto más, tengo
menos dinero y mi economía se deprime. Es lo que les pasa a los pobres, que están
siempre deprimidos porque no tienen dinero.
-Si todos compramos más, se venden más
productos y hacen falta más trabajadores en las fábricas y contratan a más
gente en las tiendas para la campaña de Navidad y las empresas pagan más
impuestos y se crea más riqueza. Lo dicen en todos telediarios, hombre.
-Pero si los regalos los traen de china ya
no creamos empleo aquí y lo único que hacemos es gastar. Si cagas mucha mierda
y no comes, no te puedes engordar. ¿O No te acuerdas de cómo me quedé cuando me
intoxiqué con la mayonesa y me iba por las patas abajo?
-No seas malhablao, Climent.
-Perdona, cariño. Que si haces mucha caca y
comes poco, adelgazas fijo –dice él mientras recorre con las dos manos su
barriga una y otra vez-. ¿Y si nos gastamos el dinero en regalos y luego no
podemos pagar el alquiler?
-Para eso está la paga extra, para los
gastos extra –dice ella.
-Pero ya tenemos bastantes gastos extra con los regalos de Navidad
y los Reyes Magos.
-Es la forma de crear riqueza. Ya te lo he explicao, ¡che!. El dinero tiene que
circular.
-Vale. Que circule, pero vamos a poner un
límite de gasto y así podremos pagar el alquiler. ¿Qué te parece tres euros?
-No seas rata, hombre. Que sean cuatro. Al
fin y al cabo es una vez al año. Un día es un día.
-Eso es una rebugnancia. Has dicho lo mismo dos veces –explica Climent.
-Pero es verdá, ¡che! Porque un
día no es una semana. Pero sí un día. Aunque a veces el día se te hace muy
largo y parece una semana
-Claro, claro. O muy corto y te parece una
hora.
-Entonces, ¿qué es un día? –pregunta Remedios.
-Veinticuatro horas.
-Y un año? Porque has dicho una vez al año
y los años pueden ser diferentes según el planeta. Lo vi una vez en un
documental. Un año en Venus dura menos que un día.
-Pero estamos en la tierra, mujer.
-Entonces dilo: una vez al año en la
tierra.
-Vale. Una vez al año en la tierra. Un día
son veinticuatro horas –concluye Climent.
-Y el límite son cuatro euros. Cuatro euros
en la tierra.
-Y
para hacerlo bien, ¿no tendríamos que hacerlo con la luz apagada? Como cuando
hacemos lo que tú ya sabes –Dice el marido mientras sus mejillas adquieren el
color del traje de Papá Noel y Santa Claus.
-Entonces, además de divertido sería
romántico –responde la mujer cogiendo las manos de Climent entre las suyas.
-Claro, pero entonces no acertaríamos a
coger el papelito ni podríamos leerlo luego. No lo veo
-De eso se trata, hombre. De que no lo
veas. Por eso se llama invisible.
-Ahora lo veo. Tiene que ser invisible pero
con luz. Como la electricidá.
-Y acuérdate de que hay que guardar el
secreto para que tu amigo no te descubra.
-Pero se podrán dar pistas falsas para engañar
–propone él.
-Siempre que no te descubran… Si das pistas
para despistar, sí –acepta la mujer.
-Eso no lo veo. Si das algo, no puedes
quitárselo a la vez y el “des” significa quitar. Si das armas a un soldao no lo estas des-armando, lo estás
armando. Entonces si das pistas a alguien, no lo estás despistando sino que lo
estás pistando.
-Pero si las pistas son falsas, entonces lo
estas falseando –deduce ella.
-Ah, vale. Ya lo veo.
-Se pueden dar pistas y falsear, pero no se
puede decir lo que te ha salido en el sorteo hasta el día de los regalos.
-Claro, claro. Si no perdería toda la
gracia.
El
hombre apaga el televisor. Remedios dobla cuidadosamente dos papelitos con un
nombre escrito que tenía preparados sobre la mesa del comedor hasta dejarlos de
igual tamaño. Después los introduce en una bolsita de plástico del Mediamarkt y
se la presenta a su esposo. Climent mete en la bolsa los dedos pulgar e índice
de su mano derecha y coge uno de los dos papeles. La mujer se hace con el
papelito restante. El hombre se vuelve para que ella no vea su reacción al leer
el papel y no pueda adivinar quién es su amigo invisible. Remedios despliega el
otro papelito y sonríe al leerlo: “Climent”.
FELICES FIESTAS, AMIGOS.